A primeros de la década de los 90 del pasado siglo, al llevarse a cabo el inicio de la consolidación de la Hermandad con la entrada de una nueva y rejuvenecida Junta de Gobierno, se plantea a nuestros sacerdotes D. Enrique López Guerrero y D. Luis Miguel Gómez Urbina, ambos en presencia del Señor en la gloria del Padre, la necesidad e inquietud de los miembros de esta Archicofradía de poder disponer de más tiempo para poder adorar al Santísimo Sacramento.
Podríamos decir que los orígenes de la celebración de este triduo coincide con la organización de una serie de actos y cultos, que se denominó en su día Pre-Congreso, que se organizaron con muchísima aceptación y participación de los fieles, en nuestra parroquia con motivo del CONGRESO EUCARÍSTICO INTERNACIONAL en Junio de 1993, celebrado en Sevilla. Para ello y con la idea de realzar este evento internacional, ese año la Conferencia Episcopal y la Archidiócesis de Sevilla promovieron y autorizaron la celebración de la Solemnidad y procesión eucarística justo una semana antes.
Fruto de esos bienes espirituales obtenidos en las mencionadas jornadas eucarísticas dieron pie a solicitar a nuestros sacerdotes la posibilidad de instituir el culto del triduo preparatorio a la Solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Nuestro Señor Jesucristo. Siendo conscientes éstos de que la actividad eucarística crecía exponencialmente en torno a nuestra Archicofradía y la parroquia, éstos acceden gustosamente. Fueron incluidos como cultos de Hermandad en la siguiente modificación y actualización de nuestras Reglas.
Desde esas fechas nuestra Archicofradía ha estado organizando el triduo, invitando a los miembros de la misma y a los otros movimientos eucarísticos existentes en nuestra parroquia a asistir y participar. Es durante el ministerio sacerdotal en nuestra Parroquia de D. Antonio Rodríguez Babío cuando se le otorga la estructura actual en su organización, haciéndonos cargo cada día uno de los tres movimientos eucarísticos de la parroquia. Existiendo, por cierto cada día una mejor capacidad de colaboración en la realización del culto.