TRIDUO A NUESTRA SEÑORA DEL ROSARIO
ANEXO 8 DE LAS REGLAS
DÍA PRIMERO.
¡Oh Madre y Clementísima Virgen del Rosario! Vos que plantasteis en la Iglesia, por medio de vuestro privilegiado hijo Domingo, el místico árbol del Santo Rosario, haced que abracemos todos Tu santa devoción y gocemos su verdadero espíritu; de suerte que aquellas místicas rosas sean en nuestros labios y corazón, por los pecadores medicina y por los justos aumento de gracia. Amén.
(Ave María)
Madre mía amantísima, Abogada y Refugio de pecadores, Acueducto de las divinas gracias, Reina de los cielos y de la tierra; Inmaculada Virgen María, Madre de Dios, en todos los instantes de mi vida acordaos de mí miserable pecador, dadme abundancia de lagrimas para llorar mis pecados y alcanzadme de vuestro Hijo las gracias que necesito para mi salvación; se mi amparo y defensa en las tentaciones de mis enemigos; asistidme en el trance de mi muerte y abridme las puertas del cielo. Amén.
(Ave María)
“Dios te salve” ¡Cuando mi alma se alegra, amantísima Virgen, con los dulces recuerdos que en mi despierta esta salutación! Se llena de gozo mi corazón al decir el “Ave María” para acompañar el gozo que llenó Vuestro espíritu al escuchar de boca del Ángel, alegrándome de la elección que de Vos hizo el Omnipotente para darnos al Señor. Amén.
(Ave María)
ORACIÓN DE SAN BERNARDO.
Acordaos, oh piadosísima Virgen María, que jamás se ha oído decir que ninguno de los que han acudido a vuestra protección, implorando vuestro auxilio, reclamando vuestra asistencia, haya sido desamparado de Vos.
Animado por esta confianza, a Vos acudo, Madre, Virgen de las vírgenes; y gimiendo bajo el peso de mis pecados, me atrevo a comparecer ante Vos. Madre de Dios, no desechéis mis súplicas; antes bien, escuchadlas y acogedlas benignamente. Amén.
(Pausa)
ORACIÓN FINAL.
¡”María” nombre Santo! Dignaos, amabilísima Madre, sellar con vuestro nombre el memorial de las suplicas nuestras, dándonos el consuelo de que lo atienda benignamente vuestro Hijo Jesús, para que alcancemos aburrimiento grande a todas las vanidades del mundo, firme afición a la virtud, y ansias continuas a nuestra salvación. Por Jesucristo Tu Hijo, Nuestro Señor. Amén.
DÍA SEGUNDO.
“Llena eres de gracia” ¡Dulce Madre! Dios os salve, María, Sagrario riquísimo en que descanso corporalmente la plenitud de la Divinidad: a vuestros pies se presenta desnuda mi pobre alma, pidiendo la gracia y amor de Dios, con el que fuisteis enriquecida, haciéndote llena de virtud, llena de santidad, y llena de gracia. Amén.
(Ave María)
“El Señor es contigo” ¡Oh Santísima Virgen! Aquel inmenso Señor, que por Su esencia se halla con todas las cosas, está en Vos y con Vos por modo muy superior. Madre mía venga por Vos a nosotros. Pero ¿Cómo ha de venir a un corazón de tan poca limpieza, aquel Señor, que para hacernos habitación suya, quiso con tal prodigio, que no se perdiese, siendo Madre vuestra Virginidad?¡Oh! muera en nosotros toda impureza para que habite en nuestra alma el Señor. Amén.
(Ave María)
“Bendita Tu eres entre todas las mujeres” Vos sois la gloria de Jerusalén. Vos la alegría de Israel. Vos el honor del pueblo Santo de Dios. Obtenga por vuestra intercesión nuestro espíritu la más viva fe, para considerar y adorar con vuestro Santo Rosario las misericordias que en Vos y por Vos hizo el Hijo de Dios. Amén.
(Ave María)
ORACIÓN DE SAN BERNARDO.
Acordaos, oh piadosísima Virgen María, que jamás se ha oído decir que ninguno de los que han acudido a vuestra protección, implorando vuestro auxilio, reclamando vuestra asistencia, haya sido desamparado de Vos.
Animado por esta confianza, a Vos acudo, Madre, Virgen de las vírgenes; y gimiendo bajo el peso de mis pecados, me atrevo a comparecer ante Vos. Madre de Dios, no desechéis mis súplicas; antes bien, escuchadlas y acogedlas benignamente. Amén.
(Pausa)
ORACIÓN FINAL.
“Bendito es el fruto de Tu vientre Jesús”. Lloro, oh Madre mía, que haya yo hecho tantos pecados, sabiendo que ellos hicieron morir en la cruz a vuestro Hijo. Sea el fruto de mi oración, que no termine nunca de llorarlos, hasta poder bendecir eternamente aquel purísimo fruto de Vuestro vientre. Él que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.
DÍA TERCERO.
“Santa María, Madre de Dios”. No permitáis que pierda mi alma comprada con el inestimable precio de la sangre de Jesús. Dadme un corazón digno de Vos, para que amando el recogimiento, sean mis delicias obsequiaros con el Santo Rosario, adorando con él a vuestro Hijo, por lo mucho que hizo para nuestra redención, y por lo que Os ensalzo, haciéndote Madre suya. Amén.
(Ave María)
“Ruega por nosotros pecadores”. ¡Madre de piedad! A Vos solo dijo aquel Rey soberano de la gloria: Vos sois Mi Madre. Alcanzadme humildad y plena confianza, dispuesto de este modo, con el auxilio de Dios, a recibir los favores de la Divina misericordia, por los meritos de Vuestro Hijo y Redentor nuestro. Amén.
(Ave María)
“Ahora, y en la hora de nuestra muerte”, estamos siempre expuestos a perder la gracia de Dios. Haced que no se aparte de mi memoria al último momento de la vida, que habrá de ser decisivo en mi eterna suerte. ¡Oh Madre de piedad! Concededme el consuelo de morir bajo vuestra protección y el amor de mi Jesús. Amén.
(Ave María)
ORACIÓN DE SAN BERNARDO.
Acordaos, oh piadosísima Virgen María, que jamás se ha oído decir que ninguno de los que han acudido a vuestra protección, implorando vuestro auxilio, reclamando vuestra asistencia, haya sido desamparado de Vos.
Animado por esta confianza, a Vos acudo, Madre, Virgen de las vírgenes; y gimiendo bajo el peso de mis pecados, me atrevo a comparecer ante Vos. Madre de Dios, no desechéis mis súplicas; antes bien, escuchadlas y acogedlas benignamente. Amén.
(Pausa)
ORACIÓN FINAL.
¡Oh Santísima Virgen!, Madre de Dios, dulce refugio y consuelo piadoso de todos los afligidos. Por aquella confianza y autoridad de Madre con que podéis presentar nuestros ruegos al que es arbitro soberano de nuestro bien, empeñad un ay otra a favor nuestro. Conseguidnos el reformar con el Santo Rosario nuestras vidas, estudiando en tan dulce libro la imitación de Vuestro Hijo Jesús, hasta que podamos adorarlo y amarlo por todos los siglos de los siglos. Amén.