Como broche de oro al Triduo Pascual y a las celebraciones de la Semana Santa, es una costumbre que cuenta con varias décadas de celebración en nuestra Hermandad, desde que nuestros sacerdotes D. Enrique López Guerrero y D. Luis Miguel Gómez Urbina (qepd) viesen la necesidad imperiosa de culminar los cultos de Semana Santa dando gloria y honra a lo más sagrado que los cristianos poseemos: el tesoro de la Eucaristía.
En clara armonía con la parroquia, se organiza con júbilo una procesión claustral, que discurre por las gradas altas exteriores del templo mayor de nuestra Parroquia, accediendo desde el pasillo de la nave central, saliendo a la calle por la puerta que da a la calle San Bartolomé, recorriendo el perímetro de la peana, para volver a entrar por la puerta de la calle real y volviendo al altar mayor, donde se imparte la bendición solemne con Su Divina Majestad. Una vez oculto, se traslada al sagrario. En esta procesión se cuenta con la representación de las Hermandades y Agrupaciones parroquiales de nuestra Villa, que de manera augusta rinden honores al Señor durante la bendición inclinando hacia Él sus estandartes y simpecados.
Cristo nuestro Señor ha vencido a la muerte y nos ha redimido. Durante la tarde del Jueves Santo los altares se desnudan y despojan, en señal de duelo y recogimiento. El Señor Sacramentado es trasladado solemnemente hasta el Monumento. En la jornada del Viernes Santo, es retirado el Cuerpo de Cristo del mimo para ser distribuido a los fieles en la celebración de Su pasión. Ya no retornará a la reserva pública en el templo hasta la jornada gloriosa de la Pascua de Resurrección, como símbolo de la restitución a la vida y la victoria sobre la muerte.
Una vez que concluye la Santa Misa de la Pascua este domingo, tras la procesión eucarística y la bendición impartida sobe los fieles, el Santísimo Sacramento es ubicado nuevamente en el tabernáculo de la Capilla del Sagrario.