Señor San Bartolomé, Patrón y Alcalde Perpetuo de MaYrena del Alcor.
La justificación histórica desde el punto de vista bíblico de la existencia de este personaje se basa en una serie de citas que referimos a continuación. Hablamos en primer lugar de Natanael, habitante de la ciudad de Canaán, en la región de Galilea. La cita relata el encuentro de Jesús con Natanael bajo la higuera, a través del apóstol san Felipe (J. 1:45) Actualmente se conserva una iglesia sobre la supuesta casa natal del mismo santo, muy cercana a la iglesia, donde se conmemora el milagro del vino y el agua de las bodas. Este personaje aparece nominado en el evangelio de San Mateo (10:2-4), al igual que en las enumeraciones del colegio apostólico de San Marcos (3:16-19) y de los hechos de los apóstoles (1:12-14) tras la ascensión de Cristo a los cielos en el monte Olivete. Posteriormente, el exégeta obispo Eusebio de Cesarea (s. III-IV) en sus escritos recoge el camino evangelizador de San Bartolomé, donde asegura que predicó la nueva noticia de dios en la India. El lugar tradicional asociado a la muerte del Santo como mártir es la ciudad de Albanópolis, actualmente llamada Derbend, en la costa occidental del Mar Caspio, hoy pertenecientes a Rusia.
Frente a dicha afirmación, una de las primeras confesiones denominadas cristianas, la iglesia del antiguo reino de Armenia (primera nación cristiana del mundo) sostiene también su relación con el apóstol, de una manera predominante, como puede reivindicar la península ibérica la figura de Santiago apóstol como padre de la fe nacional. La tradición Armenia también asegura que junto a San Judas Tadeo, otro apóstol, el santo estuvo en su país, primera nación cristiana del mundo como tal. A raíz de esta tradición evangelizadora sin constatación histórica, perdemos la pista a santo en los primeros escritos de la religión. Su lugar de enterramiento varió conforme al devenir de los siglos, por motivos principalmente políticos relacionados con Bizancio y las cruzadas. Primeramente se documenta en el siglo VI (alrededor del 507) por Theodoro el lector y el emperador Anastasio que es quien las deposita en Dura Europos (orillas del mar negro), posteriormente en Lipari, Sicilia, por Gregorio de Tours en el siglo X. También se documenta la partición de las reliquias por el emperador Otón II en el 987 y su depósito en la iglesia de la isla tiberina en Roma. Aquí se siguen conservando en un sepulcro de pórfido rojo, con dudas sobre su veracidad. Eduardo el Confesor de Inglaterra deposita en Canterbury en el siglo XI una mandíbula del mismo que se confirma en hasta el proceso iconoclasta de destrucción de Enrique VIII. Igualmente, llega a documentarse un depósito de huesos del santo en la colegiata de Frankfort, por compra a la santa sede de los mismos.
San Bartolomé, popularmente ostenta distintos patronatos, generalmente asociados a la piel, al hecho relacionado con el corte o con los cuchillos, y a otras afecciones por relación con episodios de su vida. Es patrón, por supuesto de curtidores y pellejeros, de encuadernadores, de sastres, pero también es patrón de las afecciones mentales y nerviosas, por el episodio de su vida, relacionado con el exorcismo y posterior expulsión de un demonio, que suele aparecer encadenado junto a él. Igualmente, también se le considera patrón de Cuchilleros o afiladores por relación a su martirio.
San Bartolomé siempre ha sido un santo con una presencia notable en diversos modos desde la alta edad media, principalmente, desde la representación colectiva de los apostolados como conjunto por una parte, viene asociado a gremios o patronazgos puntuales por otra, o bien con el creciente problema de los judíos en los reinos que conforman actualmente España y que desembocaron en la expulsión de los mismos al final de la edad media.
La relación de Mayrena con San Bartolomé, indistintamente del hecho de la conquista, obedece a la necesidad de la casa ducal de Arcos en la cristianización de sus territorios. La presencia de conversos moriscos y judíos hacía imperativa una figura de referencia en la articulación de la fe cristiana en sus dominios, siendo a la vez una defensa de la realidad de su ascendencia racial y un ejemplo de la boca del mismo Cristo que, aun siendo judío, “he aquí un verdadero israelita, en quien no hay engaño” (J. 1.47.)
El caso autóctono de Mayrena del Alcor comienza tras los disturbios de Julio de 1936, cuando se destruye la imagen primitiva. La junta Pro-imagen del patrón, presidida por Leocadio Arias, encarga un primer proyecto a Manuel José Rodríguez Fernández-Andes (1908-1950), que no gusta estéticamente a la junta. Dicha opinión se fundamenta en la tradición oral sobre la decepción que sufre la junta pro-imagen ante la interpretación que hace el autor del boceto sobre San Bartolomé, que si ciertamente era correcta y de unos aires más arcaizantes y hasta un cierto punto, castellanos, les pareció violenta por el brazo alzado sosteniendo su atributo parlante, el cuchillo.
Se ha mantenido la opinión que era preferente una imagen que recordara más a la perdida, así como que transmitiese un mensaje “pacificador y evangelizador” tras la contienda civil recién acaecida. El autor acabó cifrando su informe económico en 10.700 pesetas del momento. El informe confirma, sobre un papel timbrado por Rafael Fernández del Toro, tallista de pasos, de las condiciones de pago y materiales. Tras la denostación de este primer informe, se contacta por parte del mismo Arias con Sebastián Santos Rojas (1895-1977) autor de la talla que actualmente recibe la veneración de los fieles. Este autor, de sobra conocido y estudiado en la historiografía del arte local, concibe una talla basada en los principales parámetros de éxito que tiene la escuela barroca de imaginería sevillana en los siglos de esplendor, el XVII y XVIII. Conceptualmente hablando, la talla del autor justifica la asunción de estos modelos, considerando a la sociedad que va a “consumir” su obra como educada visual y estéticamente en todo ese acero que conformaba el arte local.
La imagen se contrata en 8.700 pesetas, a pesar del presupuesto inicial de 10.000 pesetas que se agota comprando el boceto del mismo. Llega con el nimbo y el cuchillo de plata que posee. El boceto se diferencia de la talla final aparte del tamaño únicamente en la ornamentación del estofado, siendo en el primer caso neorrocalla y en el segundo neobarroco.
La parroquia de Nuestra Señora de la Asunción es la depositaria de la talla, así como la Archicofradía Sacramental la encargada de su gestión, mantenimiento y culto. En la década de los 90, Doña Mariola Ruiz Castro se encarga de restaurarlo en la intervención general del retablo mayor de la Iglesia parroquial.
La imagen tiene un canon que a priori puede entenderse desproporcionado según los modelos clásicos, pero que debido a su carácter sacro y al lugar donde se encuentra colocada la mayor parte del año demuestra la maestría de su autor en el dominio de la escultura. Teniendo entorno al 1,20 de altura, se encuentra concebida con una clara concepción frontal, aunque esté acabado en todo su volumen. Un contraposto resuelve toda la imagen, aumentado por el manto terciado que crea la línea serpenteante que reparte los volúmenes. La talla a nivel polícromo igualmente se vuelve un paradigma de la supervivencia de la tradición española en general y andaluza en particular de la imagen estofada. Salvo la parte de las encarnaduras, que tienen un tono rosáceo matizado por la famosa pátina del escultor, que es un sello personalísimo de su acabado estético, todas las telas se hayan estucadas, doradas al agua y estofadas sobre un pigmento verde vejiga y rojo en una tonalidad cercana al cadmio. El autor policromaba pero no doraba, derivando este trabajo a un taller colaborador. En la parte inferior, un ángel tenante basado en los modelos que Francisco Buiza modelara para el taller de Guzmán Bejarano sostiene la vara de mando. Dicho elemento fue añadido posteriormente.
Hemos de concluir que por su historia material, la imagen de San Bartolomé, presento iconografía propia y aparte de toda la cantidad de elementos iconográficos que pueda presentar de forma general, San Bartolomé de Mairena del Alcor tiene dos elementos indefectiblemente unidos a su aspecto reconocible iconográfico habitual: la medalla de la villa, como presidente del consistorio y alcalde perpetuo por acuerdo municipal y la vara de mando, que sostiene un ángel seriado a sus pies. Incorporados dentro de los actos del 750 aniversario del Patronazgo de Sr. San Bartolomé, ambos elementos se han convertido en atributos iconográficos propios que en ningún caso deben ser enajenados de la misma. A dichos elementos, se suma la consabida
llave de la Villa, primera distinción concedida de este género. Dicho elemento fue añadido a su iconografía por el alcalde tras el acuerdo municipal del pleno de concejales de la Villa en el 775 aniversario de su patronazgo. Tras su incorporación, tienen que considerarse como parte consustancial indisoluble al aspecto diario de San Bartolomé, como de hecho ocurre en la imaginería impresa o digital de dicha talla.
Estas particularidades lo convierten estéticamente en un ejemplo único, tanto en el pueblo, como en la comarca, como en la obra escultórica de la archidiócesis, donde brilla como una espléndida resolución de una iconografía antigua adaptada por un magistral imaginero tras el traumático suceso de la pérdida de la imagen anterior en la guerra civil.
La imagen destruida en Julio de 1936 está documentada de mano de Luis de la Peña, alumno de Martínez Montañés, teniéndose como referencia de ejecución el año de 1627. Es curioso cómo se documenta en 1626 un donativo para la ejecución de la nueva talla de Sr. San Bartolomé, dando a entender que habría una representación anterior de la cual no ha llegado noticia alguna. Lo que sí se documenta es el “ aderezo” o adorno de la misma y su altar, con numerosas partidas destinadas a celebrar la fiesta mayor del Patrón con “todos los honores” a su rango dentro de la comunidad cristiana de Mayrena del Alcor, reconociéndose durante los inicios de la edad moderna todo el poso devocional que el santo habría desarrollado en las postrimerías de la edad media.
Igualmente, en el mismo archivo, por un inventario de 1923 rubricado por D. Manuel Crespo Trigueros, mayordomo de la misma Archicofradía entonces, se documenta la intervención de esta imagen por el maestro escultor Pedro Roldán, en 1694, cinco años antes de su fallecimiento. Es anecdótico cómo en esas mismas notas en el archivo de la Archicofradía se comenta la adquisición de un nimbo y cuchillo de platas repujadas que costaron la primera 44 reales y medio en 1699 y 100 reales el segundo en 1707. La relación del patriarca de la amplísima familia de conspicuos escultores está ampliada con esta corporación, en la ejecución de la custodia de asiento procesional que sigue conservando, por singularísima acción de rescate en medio de la furia destructora de las denominadas, en el lenguaje de la época, “hordas marxistas” en la Iglesia parroquial de la Asunción de Mayrena en julio de 1936. Si bien la arquitectura se asocia a la labor del consabido colaborador de los Roldán, Bernardo Simón de Pineda, las figuras de los cuatro evangelistas, la Concepción de Nuestra Señora y la figura de la virtud de la Fe que remata el último cuerpo son consideradas de manos del escultor afincado en la collación de San Marcos de Sevilla, en cuya parroquia sigue enterrado, aunque su tumba no se haya localizado.
La imagen siguió teniendo intervenciones a lo largo de los siglos, muestra patente de un culto activo y de carácter móvil, puesto que si la imagen no se moviera de su sitio seguramente no tendría necesidad de los arreglos que se documentan en las partidas de los libros de cuentas. En el espíritu de este culto paralitúrgico externo, en 1839 por ejemplo se cifran en 5 reales de vellón la renovación de los faldones de la “urna” (en el lenguaje de la época, las andas procesionales) de Sr. San Bartolomé.
Es llamativa la transcripción de un acta de cabildo con fecha del 3 de mayo de 1757, que nos habla incluso del nombre del autor de la talla de las andas pero no de quien hace el diseño de las mismas, que ya había sido buscado y aprobado con anterioridad.
“…pasó a la Ciudad de Sevilla y estuvo con D. Diego Castillejo, vecino de ella, maestro escultor con quien había tratado el ajuste de la urna y parihuelas para que con mayor decencia salga en procesión en su día y en otros el Sr. San Bartolomé; y haber ajustado su fábrica en cuatrocientos y cincuenta reales de vellón con la condición que su hechura había de ser correspondiente al diseño que tiene dado…”
Puede afirmarse, por el seguimiento documental de dichas andas, que dicha “urna” por fecha y composición corresponde a la peana que actualmente posee Nuestra Señora del Rosario en su camarín de la capilla propia de la Archicofradía Sacramental, habiéndose salvado de la destrucción patrimonial ocurrida durante los disturbios de la guerra civil. En cuanto a lo correspondiente a la imagen del santo, en 1826 se documenta el arreglo de la mano de la
imagen, entendemos que la más exenta del bulto redondo, la que porta el cuchillo, y en 1898 se doran y repolicroman tanto su imagen como la pareja de San Francisco, con un costo de 5.25 pesetas.
Es de justicia reconocer que, a pesar de haber ejecutado una figura exenta del Sr San Bartolomé, la Iglesia renueva su retablo mayor durante el siglo XVIII y se coloca en el ático de la misma el martirio del santo de una forma preeminente. Se documenta de una forma fehaciente una ayuda de 1000 reales para la ayuda de dorado del mismo retablo, lo cual indica que para ese año de 1779 ya estaba completamente ensamblado y en proceso de dorado y policromía. El martirio del Santo es incorporado al ático como reconocimiento devocional al santo frente a la advocación de la parroquia (primero Santa María, luego Santa María del Alcor y finalmente Asunción tras algunos cambios) demostrando que la comunidad parroquial sigue manteniendo una devoción activa, y dándose el curioso caso que en el mismo retablo (que a pesar de tenerlo en el ático, no está dedicado al santo) se encuentren dos representaciones distintas del santo. Hemos de entender que la imagen perdida en 1936 fue incorporada al retablo desde el mismo momento de su ejecución, en tanto y en cuanto el espacio destinado a su hornacina y la imagen pareja en la otra calle lateral (un San Francisco de Asís) coinciden en forma y espacio. Sobre estas apreciaciones, y contando con que la imagen no hubiera sido trasladada desde otro lugar, hemos de plantear la hipótesis que la imagen del Sr. San Bartolomé de Luis de la Peña ya hubiera estado alojada en el anterior espacio de la capilla mayor del templo, así como la sustituida por esta misma estuviera en un lugar preeminente de la misma. No sería acertado pensar en una entronización tardía del mismo en el retablo mayor, puesto que tanto el ático como el comentario anterior sobre su adaptación al retablo nos indicarían que fue respetado en el espacio cultual físico del templo como devoción antigua y contemporánea, principal y festejada tanto en su onomástica como a manera de recordatorio durante el año. Lo más lógico es pensar que tuviera un altar o espacio propio en la dicha capilla mayor, y al colocar el altar del XVIII fuera más grande que el anterior y se retirase el altar del santo para colocarlo en el nuevo.
A manera de epílogo, es de justicia recalcar que la figura de San Bartolomé, apóstol y mártir por la fe en Cristo, no deja de ser un arquetipo que, por diversos avatares históricos, ha terminado siendo el patrón multisecular y alcalde perpetuo por acuerdo municipal de la Villa de Mayrena del Alcor. No solamente como santo venerado en la confesión católica local, si no como figura de “icono colectivo social”, personalización de la villa incluso en su mismo escudo heráldico.
P.Nolasco Alcántara Madroñal.